Dr. Hugo SALINAS
salinas_hugo@yahoo.com
¡Viva la Revolución! En realidad no es sólo una la que se
avecina; son varias. Y todas ellas conformarán la Gran Revolución que la
Humanidad está incubando día a día. Ella cambiará nuestras vidas en nuestra
forma de trabajar, en nuestro comportamiento personal y social, y en nuestro
cuadro de vida. Y algo esencial: pondrá a todos en igualdad de oportunidades.
Una Gran Transformación nunca antes vista, vivida ni imaginada.
Debemos comenzar por puntualizar que el gran problema de
nuestro tiempo se compone de tres grandes problemas cotidianos: el desempleo
masivo de los creadores de riquezas; la extrema pobreza y el atraso milenario,
en las formas de trabajar, de un gran sector de la población mundial que sigue
viviendo dentro de un cuadro de vida superado hace ya varios miles de años.
Esta es la evidencia de que el problema esencial de nuestra
época no es político, es socio-económico ante todo. No es cuestión de cambiar
hombres en el poder. No es tampoco una cuestión de producir más. De lo que se
trata es el de repartir el resultado de la actividad económica dentro de una
nueva concepción, con nuevas reglas de repartición del resultado neto de la
actividad económica. Un reto para la Humanidad planteado desde hace varios
miles de años, y cuya solución se hace cada vez más exigente.
Por ello, lo que es urgente es hacer de la actividad
económica un quehacer orientado a que todos los miembros de la sociedad
disfruten del resultado, en igualdad de oportunidades. Esta es la primera
revolución que todo el mundo lo exige, pero que no logra explicitarlo en
términos claros y concretos. Esta primera fase de la Gran Revolución no es
política es socio-económica ante todo.
Es a partir de esta primera revolución que se podrán lograr
otras revoluciones. No antes, como pretenden algunos. Ellos quieren resolver
uno a uno los miles de problemas cotidianos como si quisiéramos eliminar un
árbol malsano a partir de eliminar, una a una, sus hojas cada día más numerosas
que a la víspera. Nuestro reto es encontrar la raíz de todos esos males
secundarios. Es cierto que estos males secundarios son difíciles de soportar,
que incluso nos están conduciendo a la destrucción de nuestro propio hábitat, pero
no son el origen de la problemática.
La revolución en la actividad socio-económica comenzará por
alejarnos de la bestialidad a la que nos ha conducido la búsqueda del dinero
por el dinero, del poder por el poder. Esta primera revolución nos permitirá
tender los puentes para nuestro reencuentro con la Naturaleza de la cual
formamos parte, nos facilitará equilibrar la relación de género, la convivencia
entre las diferentes etnias, generaciones, lenguas.
Bajo esta nueva base socio-económica podremos, por fin,
construir una institucionalidad acorde con el Buen Vivir, a fin de que las
personas se sientan parte de su sociedad. Y esta segunda revolución no es otra
que la instalación de la Democracia Directa como forma de vivir y de convivir.
Pero no sigamos haciendo las cosas al revés, al pretender instalar
instituciones de la Democracia Directa antes de haber construido la base
socio-económica que lo sustenta.
Desde ya debemos repensar en nuestra nueva organización
social. No es posible seguir siendo manipulados por instituciones judiciales,
policiales, militares y políticas,
completamente inmersas dentro del crimen y la búsqueda de la satisfacción
personal. Se trata, entonces, de repensar en la revolución de nuestra institucionalidad
a fin de eliminar aquellas que son abyectas y que nos hacen mucho daño en tanto
que personas o como cuerpo social.
Y el tercer elemento de la Gran Revolución no será otro que
amoblar la sociedad y economía-mundo con nuevos valores y nuevos
comportamientos. Gracias a una nueva base socio-económica y a nuevas
instituciones, los hombres y las mujeres sabrán hacer un uso más equilibrado de
su tiempo entre su desarrollo personal y su desarrollo colectivo. Ya no más
bestias de carga por un lado y, vividores por el otro.
La Gran Revolución está en camino, y el logro de sus tres
aspectos será la conquista política de la gran mayoría dominada, sojuzgada, por
el poder económico, político, militar e ideológico, de una ínfima minoría.
Nuestro destino no está trazado de antemano, debemos construirlo día a día. No
seamos los vividores de cosas hechas, seamos lo que son en esencia los seres
humanos, los constructores de su mañana.
Ferreñafe, 7 de agosto del 2015
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